miércoles, 6 de junio de 2012

Drazen Petrovic, homenaje al 'genio de Sibenik'

Hablar de Drazen Petrovic es hablar de uno de los mejores talentos de este deporte y el líder de una de las mejores generaciones de jugadores. Petrovic vivió siempre con devoción el baloncesto, influenciado por su hermano Aleksandar quien guió sus primeros pasos sobre el parqué. Drazen era un jugador diferente, desequilibrante, irrepetible, letal e irreverente, cuyas proezas anotadoras en la república croata lo llevaron a ser bautizado como ‘el Mozart del baloncesto’.

Los inicios en Sibenik
La habilidad de Petrovic con el balón y su descaro hizo que de manera precoz debutara en la Prva Liga con tan sólo 15 años, en el club de su localidad natal, Sibenik, donde alcanzó sendas finales de Copa Korac -desaparecida segunda competición europea-, cayendo en ambas ocasiones ante el Limoges.

Su capacidad de esfuerzo, dedicación y devoción por el baloncesto fueron parte de los motivos de su éxito. Durante su trayectoria profesional, desde Sibenik hasta su experiencia en la NBA, solía pedir las llaves del pabellón para practicar y mejorar su infalible tiro a canasta. Una muestra de su compromiso, trabajo y amor propio.


El poder de los Petrovic lidera en Zagreb
La llamada de la Cibona a Aleksandar sirvió de trampolín para que un lustro después, 1984, Drazen emulara a su hermano y se enrolara en las filas de un conjunto que dominó con autoridad el continente europeo bajo la batuta de la familia Petrovic.

Este equipo de Zagreb estaba dirigido por Mirlo Novosel y contaba en su plantilla, además de ambos hermanos, a jugadores de la talla de Cutura, Nakic, Knego o Cvjeticanin, apellidos que pasaban a ser recitados por todos los aficionados al deporte de la canasta.

Drazen celebra una jugada con la camiseta de la Cibona

Durante su estancia en el conjunto azul de la Cibona, Petrovic se erigió como el principal verdugo de los intereses continentales de los equipos españoles, en especial el Real Madrid, pasando a ser la particular 'bestia negra' de los blancos. No en vano, las temporadas de 1985 y 1986 acabaron coronando, de manera consecutiva, a la Cibona como la nueva reina indiscutible de Europa.


Una nueva y brillante generación de jugadores
Yugoslavia parecía verse salpicada, durante varias décadas, por gotas de talento que se repartían a lo largo de sus seis repúblicas. Una hornada con sobrada capacidad para conseguir mayores hitos que las generaciones anteriores.

Nombres como los de Zarko Paspalj, Toni Kukoc, Dino Radja y Vlade Divac crecían deprisa, firmando contratos profesionales con la mayoría de edad recién cumplida, convirtiéndose en habituales protagonistas de las tertulias deportivas yugoslavas como la gran esperanza baloncestística del país.

La madurez y hermanamiento de la nueva hornada
En 1988 llegó el momento para que los Paspalj, Radja, Kukoc y Divac tuvieran su prueba de fuego, junto a Petrovic, en el combinado nacional absoluto. Existían dudas de si las individualidades se iban a anteponer al grupo. Por ello, durante la concentración del equipo se tuvo un factor en cuenta: asignar las habitaciones a los jugadores en función de la personalidad.

La tranquilidad, alegría y vitalidad de Divac se mezclaron con el nerviosismo, agitación y obsesión por el balón de Petrovic. Dos mundos distintos que encontraban en la amistad y en el balón sendos lugares donde unirse. El resto de los convocados con la ‘plavi’ sintió el mismo efecto, y como si de un elixir se tratara, transformando a la selección en una gran familia.


Aquellos tres meses de entrenamientos en la montaña fueron la antesala de la presentación pública en los JJ.OO de Seúl. El campeonato respondió a la buena química del equipo y los condujo a la final donde esperaba uno de los enemigos favoritos del pueblo yugoslavo: la U.R.S.S. A pesar de los esfuerzos, la plata dejaba un regusto amargo.

El Real Madrid de Petrovic
Pocos jugadores han dejado tanta huella en el Real Madrid en tan poco tiempo, pasó de villano a héroe en un corto espacio. En el conjunto blanco se adjudicó una Copa del Rey y una Recopa, en la mítica final ante el Snaidero de Caserta de Óscar Schmidt Becerra, donde el croata anotó 62 puntos y otros 44 los firmó el brasileño.

Aunque su llegada no fue completamente exitosa, ya que no pudo ayudar a romper la hegemonía liguera del Barcelona.


En aquella temporada en el cuadro merengue Petrovic compartió vestuario con el que había sido uno de sus principales rivales deportivos durante la década: Fernando Martín.


El oro se queda en casa
En 1989, el Europeo de Zagreb era la mejor manera de comprobar el estado de madurez de un joven grupo que jugaba en casa, con la responsabilidad de triunfar. Yugoslavia ejerció un dominio atroz sobre el resto de selecciones, colgándose el oro con un juego de alta escuela.

Fuera de las canchas, el mundo estaba cambiado a pasos agigantados, rompiendo barreras y fronteras: el comunismo se resquebrajaba por los huecos que dejaba el muro de Berlín. Yugoslavia era la fachada de una casa ruinosa, cuyos inquilinos empezaban a mostrar su contrariedad. Croacia sacaba a relucir sus diferencias históricas con Serbia, que habían nacido en el siglo XVIII, para pedir su independencia.

Yugoslavia, campeona de Europa de baloncesto en Zagreb.
El sueño americano
Tras el europeo de Zagreb, la liga de baloncesto norteamericana reclutó a los mejores jugadores ‘plavi’: Divac (Los Angeles Lakers) y Petrovic (Portland Trail Blazers), aunque Drazen ya había sido elegido tres años antes, pero nunca había dado el salto definitivo a la NBA.


Drazen no se aclimató al ritmo de juego estadounidense, su partida desde el banquillo desquició algo al ‘genio de Sibenik’. La competencia en Portland era extraordinaria con jugadores como: Drexler, Porter, Ainge y Young, hombres que tenían la confianza del cuerpo técnico.

En aquella época Drazen conversaba todos los días con Divac, quien vivió la ‘fiebre amarilla’ con los Lakers, adaptándose perfectamente al juego angelino rápido y espectacularmente dirigido por ‘Magic’ Johnson.

Petrovic junto a la estrella de los Trail Blazers, Clyde Drexler

El amargo triunfo en Argentina
La temporada finalizó y tanto Petrovic como Divac se percataron, en su vuelta a casa. que la situación era diferente a como la habían dejado. Especialmente porque los problemas económicos habían avivado las corrientes secesionistas. Al mismo tiempo, el combinado nacional -bajo bandera yugoslava- defendía candidatura en el Mundial de Argentina de 1990, una buena oportunidad de mostrar la unidad del grupo.

Yugoslavia se proclamó campeona del mundo, habiendo dejado en la cuneta a combinados tan legendarios como Estados Unidos -semifinales- y la Unión Soviética -en la final-, vengando de esta forma la anterior derrota olímpica.

Pero no todo fue alegría en aquel torneo, el primer abrazo espontáneo, nada más acabar el partido, entre Petrovic y Divac se empañó cuando apareció, acto seguido, un espectador con la bandera croata, la cual fue rechazada por el pívot de los Angeles Lakers. Aquel simple gesto fue clave para el comienzo del fin de la amistad de ambos.


Las repercusiones fueron inmediatas y Vlade Divac fue considerado enemigo público para los medios de comunicación croatas, basándose en aquel gesto, y su origen serbio, para hacer campaña política contra él.

New Jersey recupera al 'viejo' Drazen
La vuelta a Estados Unidos significó la segunda temporada de ambos en la NBA, y Drazen comenzó a mostrarse reacio a seguir la amistad con Divac. Por otro lado, la carrera deportiva de Petrovic parecía despegar. El cambio de aires de Portland a New Jersey sirvió para sacar al ‘genio de Sibenik’ de su hibernación en el banquillo. New Jersey estaba descubriendo a aquel jugador que había asombrado y enamorado a la vieja Europa.

Yugoslavia se resquebraja
Croacia y Eslovenia fueron las dos primeras repúblicas en declararse independientes, el conflicto bélico de los Balcanes volvía a asolar una zona históricamente dañada. Los hilos que habían mantenido unidos al país se habían roto y la sangre volvía a manar en Europa, en una cruel guerra civil de hermanos contra hermanos, donde no había ni buenos ni malos, siendo todos responsables de la barbarie.

La amistad de Divac con el resto de integrantes ‘plavi’ con orígenes croatas también se deteriororó: Toni Kukoc y Dino Radja se sumaron al distanciamiento que ya había iniciado Drazen Petrovic.

Croacia se estrena bañada en plata
En los JJ.OO de Barcelona, de 1992, la guerra continuaba devastando la antigua Yugoslavia, que no pudo acudir a defender título al encontrarse sancionada por los organismos internacionales. Croacia, en cambio, estaba clasificada para la disciplina de baloncesto en su estreno olímpico.

Aquella Croacia destilaba talento, junto a los Petrovic, Kuloc y Radja, se habían sumado importantes jugadores como Vrankovic, Tabak, Perasovic, Komazec, Cvjeticanin y Naglic. Un extraordinario equipo que plantó cara al legendario equipo de ensueño: el ‘Dream Team’, quienes se adjudicaron el oro.

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Petro' se aclimata a los Nets
Petrovic, se había convertido en una referencia en New Jersey Nets, convirtiéndose en un jugador franquicia y en uno de los favoritos del público. Sus números se acercaban a los conseguidos en Europa con 22 puntos de promedio por partido. La estrella croata brillaba, por fin, en el firmamento de la NBA.

El trágico 7 de junio
La temporada en Estados Unidos tocó a su fin y Petrovic se enroló con el equipo nacional croata para los partidos clasificatorios para el europeo que se disputaba en Polonia. A la vuelta, el avión hizo escala en Alemania para partir desde allí a Zagreb, pero en el último momento Drazen y su novia decidieron volverse en coche.

Era un día caluroso, un 7 de junio de 1993, Petrovic aprovechó para descansar y se quedó dormido, mientras ella tomó los mandos el coche. Su inexperiencia al volante la impidió sortear a un camión cruzado en la autopista; el turismo colisionó, Drazen nunca volvió a despertar. Paradójicamente, tuvo el mismo trágico final que uno de sus rivales, y después compañero, de las canchas: Fernando Martín.

Con 28 años se perdía una de las trayectorias más importantes del basket europeo. Un jugador único, con una depurada técnica, descarado, provocador y capaz de solventar por sí mismo un partido. Ángel y demonio que no dejaba indiferente a nadie en el parqué.


100.000 personas despidieron en Zagreb al ‘genio de Sibenik en un multitudinario entierro.

Divac, por presiones políticas, no asistió al funeral y tardó un tiempo en pisar Croacia para dedicar su último adiós a su amigo Drazen. Como él dijo: “Para crear una amistad hacen falta años, pero se puede destruir en segundos”.

8 comentarios:

  1. La liga con el Madrid no la gano por un robo arbitral increible.
    En la Cibona tb le robaron la liga, ganaba sobrada en Europa y en casa le birlaban el titulo unos colegiados.
    Con el Sibenik gano la liga, pero en los despachos se la quitaron por no querer repetir el partido que les llevo al titulo.
    Lastima lo de yugoslavia: ¿te imaginas un enfrentamiento de aquella selección con el Dream Team? hubiera sido genial.
    Me ha gustado mucho, gracias por pasarme el enlace.

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    1. Hola Óscar.
      Extraordinaria pregunta, no sé qué hubiera pasado. Supongo que habría ganado el 'Dream Team' pero sufriendo bastante, algo así como la distancia que ha existido entre España y Estados Unidos en los últimos años.

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  2. De Villano a Héroe,... que culebron aquellos gloriosos años del baloncesto, sus partidos,la Europa del Este, su llegada al Real Madrid,... Pocos, se acuerdan ya, cuando lo pones de ejemplo y dices "Un día Mou entrenara al Barça.."

    Recuerdos

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    1. El deporte en Europa del Este era tan atractivo como un expositor de una pastelería. Lo veías, pero en la distancia, ordenados, vistosos y buenos.

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    2. Ya sabes lo que pienso yo de Petrovic como persona.

      Fdo Gonzalo Largacha

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    3. Sí, y estamos parcialmente de acuerdo. Al no haberle podido conocer personalmente, te quedas con su imagen en el parqué, que no era la más adecuada como deportista y compañero.

      Habría que saber cómo era el Drazen fuera de las pistas.

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  3. Muy buena historia, me ha devuelto a cuando jugaba y seguía el baloncesto. En los 80 era casi casi tan popular como el fútbol.

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    1. Me alegro, Iñigo. Un día echamos unos canastas, que te he visto buen gancho cuando nos entretenemos con el basket antes de empezar con los partidillos.

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